viernes, 25 de junio de 2010

El país de los líderes

El nuestro es un país de líderes, donde abundan las islas de poder. Todos queremos ser líderes. A tal punto, que algunos creen que comprando con dinero las conciencias de las personas que menos tienen, o simplemente entregando canastillas o mochilas y salir en los periódicos, es suficiente para merecer el calificativo. Por eso hoy tenemos tantos “patriotas dispuestos a sacrificarse por el país”, en busca de la presidencia de la República.
A veces incluso, ejecutivos de determinadas empresas e instituciones trabajan encerrados en una oficina con todo tipo de seguridad, mientras el mundo avanza de otra forma, globalizado, hacia una apertura y transparencia que buscar mantener a todos conectados e informados.

Ni unos ni los otros. Muy pocos, o casi nadie adquiere la conciencia, se prepara, o está dispuesto a pagar el precio que implica la categoría de ser nombrado líder, en el nivel, la organización o el estrato social que sea. Pero, ¿a quién no le gusta ser admirado, y con frecuencia hasta vanagloriado, por los demás?
Bien lo expresa Paulo Coelho: “El que se atreve a tener un proyecto en la vida, quien tiene el valor para dejarlo todo y vivir su leyenda personal acabará logrando su objetivo. Lo importante es mantener el fuego en el corazón y tener resistencia para superar los momentos difíciles.”
Y no es simple retórica positivista, el ser humano demanda bienes materiales (son imprescindibles), pero lo imperecedero, de hecho y derecho es lo que llevamos dentro, esa capacidad de adquirir conocimientos y plena conciencia para relacionarnos y ponerlos al servicio de los demás. Ese sello personal que nos ata a los principios éticos y morales; que nos hace únicos. La inmolación de Jesús por los hombres en la tierra es un gran ejemplo.
Aunque sea por un momento, concentrémonos en nosotros, revisemos nuestra forma de ser, de relacionarlos y de servirle a los demás, sobre todo a los que menos tienen; pongámonos metas, unámonos en equipos, soñemos con lo deseado por más alto que parezca; definamos nuestro objetivo y trabajemos sin descanso. Así se entra en la ruta del verdadero liderazgo.

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