miércoles, 3 de abril de 2013

El desesperado, la barra y los hoyos

Apretándome el pecho con la mano derecha para que el corazón no se me saliera y sujetando el celular con la izquierda para que no se cayera la llamada donde me decía que pasaría a buscarme, lo esperaba por segundos en el frente de mi casa, en Punta, Villa Mella.

Llegó en una bicicleta aro 28, se detuvo, apoyó el pie izquierdo en la carretera, abrió la pierna y amablemente me sentó en la barra, mientras él se acomodaba en el sillín para iniciar el viaje.

El recorrido fue largo, calles llenas de hoyos. De Punta fuimos al Mirador Norte, duramos un rato tirados en las gramitas del parque, después llegamos al Supercolmado Bobolo, donde nos bebimos par de frías y finalmente, gracias a Dios, caímos en una fritura, cerca de la parada del Metro, Mamá Tingó. Ya estaba que me tiraba de la barra y caminaba como un vaquero del viejo Oeste. Gambada. Pero el parece que no se daba cuenta pues me propuso que fuéramos a un motel.

-Y como mi amor, si la barra y los hoyos acabaron conmigo.

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